Sauron |
Pato Larralde |
Claudio Fazio |
J. B. Larralde |
Hernán Zicarelli |
Era una noche gélida en la ciudad de Buenos Aires pero cuando de ver a
los hermanos Larralde y compañía se trata sabemos que adjetivos como
ese, indefectiblemente, quedan a un lado.
Llegué a Club V
cerca de la 1 de la mañana. Lamentablemente a esa hora Los Drágula,
quienes tocaban antes de Sauron, ya habían ofrecido su show. En el lugar
no cabía un solo mortal más, lo que terminó de confirmar mi hipótesis:
el combo de bandas fue realmente atractivo para quienes se aprontaron al
recinto.
Lo primero que observé al entrar fue un stand
lleno de merchandising donde se podían adquirir discos de la banda y
serigrafías creadas por el talentoso Emiliano Mariani. Recordemos que el
álbum “El Color que cayó del Cielo” (1999), pieza discográfica y obra
maestra de Sauron, estaba descatalogado y fue reeditado hace apenas unos
días, con lo cual la oportunidad para conseguirlo nuevamente estaba
servida en bandeja.
Entre temas de Anthrax y Fight que
ambientaban el lugar, la espera se hizo amena. En el momento menos
esperado y alzando su clásica botella de vino tinto, Pato Larralde entró
al escenario de la mano de “Strangers in the Night” de Frank Sinatra.
Desde ese mismo instante supe que lo mejor estaba por venir.
Aplaudidos
por el público incluso antes de emitir una sola nota, la banda
comandada por Pato Larralde en voz, J. B. Larralde en guitarra, Hernán
Zicarelli en bajo y la reciente incorporación de Claudio Fazio en
batería, ocuparon sus respectivos lugares en un escenario por demás
pequeño.
El elegido para la apertura fue “Cruces”, tema que forma parte de Sauron
(1997), el primer álbum de la banda. Oscuro, lúgubre y con climas que
me recuerdan al glorioso Sabbath de comienzos de los 70, creo que el
comienzo estuvo más que acertado.
En segundo lugar
y siguiendo la línea de su antecesor sonó “La Luz Mala” y, a
continuación, “Madura el Limón”. En cuánto a los fans, debo reconocer
que el cambio vino con este último tema, ya que el gran pogo de la noche
apareció en simultáneo a las primeras estrofas: “Madura el limón dentro
de mí…”.
A medida que transcurría el show, Sauron sonaba
cada vez más ajustado, seguro y convincente. Si bien en cualquier banda
las voces y la presencia del cantante son fundamentales (y Pato
Larralde, a mi criterio, es un excelente showman), también es cierto que
la propuesta debe ir acompañada de una solidez a nivel musical. Tal es
el caso de esta formación cuya base de guitarra, bajo y batería hacen
que el todo sea más que la suma de las partes.
Ya sabemos
el profesionalismo y la calidad con la que se desempeñan Hernán y J. B.
en sus respectivos instrumentos, pero anoche las miradas estuvieron
centradas en Claudio, quien con total soltura y manejo de la situación
le dio una impronta y un sonido único a los parches.
En
cuanto al set list nos sorprendieron con temas de todos los discos. “No
canto canciones de amor” afirmaba la memorable “Pus de León”, mientras
Pato observaba a quienes estábamos debajo del escenario con una mirada
entre cómplice y desafiante. A medida que la botella de vino con la que
subió el frontman se agotaba, “Jinete Errante” nos sacudía con su cruda y
eléctrica melodía.
“Los cuatro Elementos” y la infaltable
“Conjuro” provocaron el pogo más ferviente de la noche. Los temas
pasaban y la gente seguía firme al pie del cañón, con una energía que no
decayó en ningún momento. El show iba llegando a su fin y la
apocalíptica “Humo Eléctrico” ya lo anticipaba con su letra: “Hay que
irse ahora, ni antes ni después, ahora…”
No quiero
terminar esta reseña sin antes destacar dos cuestiones. En primer lugar y
como dato de color, el vino marca “Elementos” que portaba Pato Larralde
tenía escrito en su etiqueta, en tinta, “Los cuatro”, haciendo clara
alusión al tema perteneciente a “El Último Árbol Sobre La Tierra”. En
segundo lugar, me resultó muy humano el gesto que tuvo el cantante
cuando vio a un fan de la banda en silla de ruedas y se acercó a
abrazarlo y cantarle parte de un tema. Tengo muchos shows en mi haber y
creo que nunca me había conmovido tanto esta actitud tan digna de ser
imitada.
Y así, Sauron se despidió de su público entre
aplausos, gritos y el mayor de los reconocimientos, dejando en claro que
cada ritual es una entrega única y siempre supera hasta la más mínima
expectativa. Si nunca los vieron en vivo, dense una oportunidad, la
banda no defrauda ni al más exquisito de los paladares.
Por Valeria Vizioli